Descarnado

No sé muy bien donde estoy. Las imágenes en mi memoria son confusas y se suceden rápidamente. Tampoco sé muy bien quién soy, qué soy. Sé que tengo una emoción fuerte presionando dentro de mi pecho. ¿Tengo pecho? Soy un ser vivo con cuerpo, al menos con pecho. Soy un ser… ¿humano?

Si, eso soy. Debo ordenar mis pensamientos para tener claridad. ¿Qué es lo más reciente que recuerdo? ¡Eso es! Estaba con… esa persona… Una mujer que amo. No recuerdo su nombre, pero sé que la amo, y su rostro pálido, decorado con ojos oscuros y pensativos, enmarcado por su ondulada cabellera; hace que mi angustia de no entender nada sea más llevadera.

Entonces, estaba con ella caminando por una calle oscura, aunque no tanto como este lugar. Recuerdo la sensación de que estaba más oscuro de lo que me habría gustado. La oscuridad significaba que se estaba haciendo tarde y, por lo tanto, peligroso. Tenía miedo de que aparecieran ellos. Creo que deben haber llegado, sino, no estaría en el estado en que me encuentro ahora. 

¿En qué estado me encuentro? No veo nada. No escucho nada. Tampoco siento olores ni sabores. Ni siquiera puedo sentir con mi piel, aunque me concentre. Estoy seguro que debe ser algo malo. Ellos deben haber llegado antes de que pudiésemos llegar a nuestro hogar. Y me separaron de ella. Supongo que mi mente está funcionando mal. Puede que se haya separado un poco de mi cuerpo, y, por eso, no puedo sentir. Si me concentro más, tal vez podré hacerla volver. 

Mi piel. Está húmeda. Creo que es sudor frío que cubre mi cuerpo. Y un líquido tibio sobre mi frente… sangre. No siento ropa sobre mi piel y el sudor se enfría más y más. Intento moverme, pero no puedo. No es sólo por la desconexión de mi mente, sino que también hay cuerdas en mis piernas y brazos. Están muy apretadas y me provocan un profundo dolor. Mientras me hago más consciente el dolor se intensifica. Las amarras juntan mis piernas con mis manos por mi espalda en una posición también muy dolorosa. Mi rostro está contra el áspero suelo, donde hay otro líquido que despide un olor rancio. 

Orines. Eso es lo que puedo olfatear. Me estoy arrepintiendo de volver a tomar conciencia de mi cuerpo. Pero debo recordar. ¿Qué pasó con ella? ¿Acaso fueron ellos los que me han hecho esto? ¿Por qué me han amarrado, golpeado y arrojado a un lugar cubierto de orina? Sé que ellos son peligrosos, pero esto es más de lo que podría haber imaginado. 

Escucho algo. ¡Pasos! Alguien se acerca. Las pesadas botas resuenan en el pasillo mientras los pasos decididos suenan cada vez más fuerte. Se detienen. Está justo detrás de mí. Unas llaves abren un cerrojo, y sonidos de metal llenan el lugar. ¿Es una reja? ¿Estoy en un calabozo? Los pasos se acercan más. Se detienen al lado de mi rostro. Un par de manos me sujetan fuertemente y me sacuden. Mi cuerpo es manipulado como si fuese un muñeco de trapo. Oigo la voz de quien sea que está manipulando mi cuerpo que no reacciona. 

—Otro más Jiménez, por la chucha —dice en un tono autoritario y decepcionado.

Otra mano se apoya en mi rostro y abre uno de mis párpados. ¡Los puedo ver! Están frente a mi. ¡Son ellos! Al menos dos de ellos. El que me sujeta es un enorme espécimen, con un rostro rígido y brazos enormes. A su lado, el que me sujeta el párpado, es más pequeño y con la expresión de un niño siendo regañado. Siento un sabor amargo. Es el sabor del miedo. 

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Me dejan caer y mi ojo se vuelve a cerrar. Sin embargo, la imagen del espécimen más pequeño no se borra. Ahora lo recuerdo. Se acercó de frente mientras yo caminaba con ella en la calle oscura. Apareció desde la oscuridad, con una linterna apuntando a nuestros ojos. La oscuridad, la linterna y el uniforme verde que él vestía significaban que estábamos en problemas. Tuve que mostrarle papeles y láminas de plástico que ahora no tienen ningún sentido, pero en ese momento significaban mucho. Aunque seguí todas sus instrucciones me llevó a la fuerza a un vehículo donde había más de ellos. Quisieron llevarla a ella también, pero escapó. Cuando un brazo enorme quiso tomarla, ella hábilmente lo esquivó y corrió. ¡Corrió! Está bien. No está en este horrible lugar con olor a orina y vigilado por ellos.

Pero, ¿cómo salgo de acá si no puedo controlar mi cuerpo? Apenas lo estoy habitando. Siento que lo vuelvo a abandonar. Ya no siento la piel, ni el gusto ni el olor. Estoy alejándome. ¿Será este mi final?

Vuelven ellos al calabozo. Ahora son más, todos de verde manipulando mi cuerpo. No lo siento, pero lo sé. Es que ahora veo desde otro lugar. Nadie me ve, porque no estoy acá completamente. Ellos están asustados, moviéndose con rapidez. Levantan mi cuerpo y lo apoyan contra la reja. Lo están vistiendo nuevamente, y uno de ellos afirma mi cinturón. En vez de ponerlo alrededor del pantalón, lo afirman alrededor de mi cuello, dejando el cuerpo colgando de la reja. 

No puedo ver más. Sólo quiero verla a ella. Es la única que puede traerme paz. Su rostro aparece nuevamente frente a mí. La deseo tan fuertemente que ya no estoy en el calabozo. Ahora hay más luz. Estoy en una calle iluminada por la hermosa luz de la mañana. Frente a mí está mi casa. De la puerta principal sale ella. Sus hermosos ojos me reconfortan, aunque su mirada está triste, tensa y preocupada. Salió a recibir a alguien que llamó a la puerta. Es uno de… ellos. ¿Por qué la vienen a buscar? ¿Qué quieren de ella si ya me tienen a mi?

Logro escuchar algo. El de uniforme verde le dice que ya no estoy vivo y ella explota de dolor y de angustia. Le exige una explicación. Él le dice que ha sido un suicidio. ¿Suicidio? ¡No! No he sido yo ¡Fueron ellos! Tú lo sabes. Ellos lo saben ¡Todos lo saben! 

Mi mente se debilita y se aleja de este mundo. Ya me he mantenido acá más de lo que debería. Al menos pude verla una vez más. Si hay alguien por acá, recuerden que yo no quise dejar este mundo. Fueron ellos quienes me obligaron. 

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