Milagroso Hallazgo

Este cuento corresponde a la semifinal del Concurso literario del blog Fantástica Sin Fronteras. Es el penúltimo cuento que escribí en este concurso y fue particularmente difícil. Los pies forzados eran:

  • Tener al menos seis líneas de diálogo, cada una comenzando con la letra F y terminando en L.
  • Tratar sobre humanos utilizando el calor emanado de un agujero negro para sobrevivir.
  • Los nombres de los personajes no pueden empezar con F o terminar con L.

Ahora, sin más preámbulo, los dejo con el cuento.

Milagroso Hallazgo

Eran las cuatro de la tarde. Al menos eso decía el reloj de Ross. Nada en el cielo hacía adivinar que era de día y no de noche. Nada salvo el apenas visible disco naranjo en el cielo. Las estrellas brillaban igual que la noche anterior, aunque los adultos eran capaces de distinguir las constelaciones del día y las de la noche. Ross debía estudiar las constelaciones, las conocía menos que los jóvenes de su edad, pero prefería pasar la “tarde” caminando con su hermano Rikart por las afueras de la pequeña ciudad humana que estaba en medio de la nada. La madre de Ross les había dado permiso para salir hasta las seis de la tarde porque debían estar en casa antes del anochecer.. . como si eso fuese a hacer una diferencia muy grande.

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 La joven con el niño hacían su recorrido usual por la tierra cubierta de una delgada capa de nieve entre dos hileras de altas rocas tapadas por escarcha cuando el pequeño Rikart intentó trepar por la roca más alta. Su hermana se apresuró para afirmarlo y que no resbalara por la escarcha. No fue necesario porque la agilidad el niño le permitió subir hasta la parte más alta a pesar de lo resbaladizo. Ross lo siguió y, con un poco más de dificultad, logró posar sus largos brazos y arrastrar su delgado cuerpo hasta la cima. Ahí Rikart intentó sentarse, pero la escarcha estaba muy húmeda, entonces Ross estiró la manta que siempre traía consigo sobre la roca y los dos pudieron sentarse.

 El niño miró al anillo anaranjado con más curiosidad que de costumbre y comenzó a hacer preguntas con su limitado lenguaje, mucho menos desarrollado que su precoz agilidad.

—¿Fuego sol?

Ross, por primera vez en su vida, sintió que debería haber estudiado más. No le interesaba saber por el hecho de saber, pero quería ser la que le diera todas las respuestas a su hermano.

—¿Fuego? —repitió, intentando ganar tiempo para pensar— bueno, si. Creo que es fuego. Es que el sol desapareció hace mucho tiempo. Antes de que naciéramos. Desde ahí la tierra está mal.

—¿Fatal? —el pequeño imitaba la expresión usual de su madre sin entenderla mucho, aunque no estaba completamente equivocado.

—Fue terrible según el abuelo. Antes había mucha más vegetación y animales, no sólo gatos y perros. Yo en realidad soy feliz con las cosas así. No me imagino cómo será vivir con algún otro tipo de animal.

—¿Flor, mucha? ¿Tanto animal?

Ross se quedó pensando en una respuesta, pero algo llamó la atención del pequeño. Era un movimiento rápido, como el de los gatos que rondaban en la pequeña ciudad humana… si es que se le puede llamar así. Rikart se levantó para ver qué era lo que se movía y resbaló, para terminar cayendo y deslizándose por la pendiente. Ross rápidamente se deslizó para atrapar a su hermano. Ambos descendieron alejándose del camino que siempre seguían y que nunca les llevaba a ningún lado. Al llegar abajo, Rikart siguió caminando, intentando seguir lo que creyó haber visto. Su hermana lo tomó del brazo.

—Falta poco para que tengamos que volver. Además, nuestra madre siempre dice que no nos alejemos del carril.

—¿Fósil? —dijo el niño apuntando hacia un pedazo de roca que no estaba cubierto por la delgada capa de hielo.

Ross se acercó a mirar sin soltar el brazo de Rikart. Estaba sorprendida por el hallazgo y por la inusual palabra que había usado su hermano. Seguía sin ser capaz de decir oraciones correctas, pero de pronto su vocabulario parecía haberse expandido. Ambos miraron hacia el suelo de piedra y ahí había lo que no era un fósil, sino el esqueleto de un pequeño animal, el cual parecía bastante reciente. El niño no resistió la curiosidad y tomó un hueso entre sus manos. Este se quebró con la mínima presión de su mano.

—Frágil —corroboró Ross.

Asustada por el hallazgo, quiso envolver el pequeño esqueleto en la manta que traía y llevarlo de vuelta a su casa para que los adultos se hicieran cargo del asunto. No obstante, la curiosidad del pequeño Rikart fue más fuerte que la prudencia, y ambos siguieron un delgado sendero de tierra que no estaba cubierta por escarcha. No supieron cuanto caminaron, pero Ross estaba nerviosa por no poder retornar a la hora indicada y le insistía a su hermano que no valía la pena investigar. Rikart no le ponía atención mientras seguía caminando y luego corriendo, a un ritmo que Ross encontraba difícil de seguir. Finalmente llegaron a una gran roca que tenía un agujero pequeño, pero lo suficientemente alto como para que el diminuto Rikart y su delgada hermana ingresaran arrastrándose. De pronto una sombra muy rápida entró a la pequeña caverna. Rikart se arrastró detrás de ella antes de que Ross pudiese hacer nada.

Ross se arrastró con dificultad detrás de su hermano mientras la poca luz que llegaba de los gases incandescentes al rededor del agujero negro que tenían como sol desaparecía en la caverna. La angustia comenzaba a asaltar a la joven cuando de pronto sintió que hacía calor dentro de la caverna. Sin darse cuenta, comenzó a ver de nuevo los pies de su hermano al frente suyo, y estos estaban rodeados por un resplandor anaranjado que venía desde más allá.

—¡Fuego sol! —exclamó el pequeño con una emoción que lo desbordaba.

—¿Fuego sol? —contestó Ross impaciente— Ya te expliqué esa mierda del agujero negro, y no puede haber un sol bajo  tierra. Los soles son de tamaño colosal…

La joven interrumpió su reclamo cuando, al seguir arrastrándose, logró ver que se abría una enorme caverna delante de ellos. Se ubicó al lado del pequeño que se había detenido. Ambos observaron sorprendidos que abajo, al medio de lo que parecía una enorme galería subterránea, corría un río de lava. Habían encontrado una manera de conseguir calor y energía sin darse cuenta. Lo más sorprendente fue ver los animales que colgaban de las paredes, afirmados con garras pequeñas, cubiertos de un pelaje largo y oscuro. No se parecían a nada de lo que Ross había visto en sus libros. Los animales disfrutaban el calor del lugar, y también los dos visitantes, sintieron el abrazo de una temperatura agradable que nunca habían sentido antes. Se abrazaron por largo rato sin saber por qué, hasta que sintieron algo pequeño hacerles cosquillas en la barriga.

—¡Fuera animal! —gritó Rikart mientras se separaba de su hermana y empujaba a una de las pequeñas criaturas que se escurría entre ellos.

Ross soltó una carcajada y se llevó a su hermano de vuelta por el estrecho agujero para contar sobre el increíble lugar que habían encontrado. Cuando salieron a la superficie no pudo encontrar el anillo naranjo en ninguna parte del cielo. Miró su reloj y vio que marcaba las seis treinta. Corrió con su hermano de la mano. Apenas pudieron subir por la resbaladiza pendiente para poder lanzarse al otro lado y luego correr hacia el poblado.

Cruzaron por la entrada al poblado, corrieron por la única calle con escasos hogares hasta que llegaron a la de ellos. Afuera, una mujer delgada y alta colgaba ropa en un cordel. Cuando vio a los niños llegar los miró con desprobación y se preparó para darles un sermón. Sin embargo fue interrumpida por su hija mayor.

—¡Familia! —su voz estaba llena de excitación— Encontramos algo sensacional.

La historia de Ross fue corroborada cada dos frases por los monosílabos de Rikart. Poco a poco se reunieron los otros adultos del pequeño poblado y decidieron ir a ver de qué se trataba. Claro que irían al día siguiente, no fuera que la falta de luz de día hiciera que se perdieran o que el frío los congelara. Apenas apareciera el agujero negro por el este saldrían a buscar el agujero… no el agujero negro… bueno, este también era negro. El agujero en la tierra. Ese es el que irían a buscar.

***

Mientras el escaso calor del anillo de gases incandescentes alrededor del agujero negro ablandaba la capa de escarcha sobre el camino que no iba a ningún lugar, los pasos de los hombres adultos la terminaban de romper. Caminaban todos acarreando enormes piezas de maquinaria que Ross y Rikart nunca antes habían visto. En menos de una hora ya habían armado una máquina capaz de excavar, ensanchando el agujero para que los hombres pudiesen entrar. Luego de unos minutos ya había un valiente voluntario arrastrándose para comprobar si la historia de los niños era cierta. Al emerger de vuelta, su rostro mostraba una alegría increíble. El agujero fue agrandado más y más hasta poder ingresar otra máquina.

Los niños y las mujeres observaban desde la distancia. Las mujeres mostraban preocupación y conversaban en susurros, sin dejar que los niños ni los hombres escucharan. Los niños no entendían qué sucedía. ¿Por qué de pronto los hombres del pueblo se volvían tan trabajadores? ¿Por qué no entraban a sentir el calor todos en vez de meter esa máquina?

De pronto  comenzó a salir un chorro de vapor desde la caverna y los animales de adentro corrieron despavoridos hacia la superficie.

—Fatal —dijo la madre de Ross con una expresión de derrota—, Están haciéndolo de nuevo. No aprendieron del último desastre global.

Ross no entendía nada y no se atrevió a preguntar. Sólo se acercó a ver qué ocurría. Vio que la máquina gigante dejaba caer agua sobre la lava, provocando una gran nube de vapor que era absorbida por la máquina y hacía girar una turbina, para luego expulsar un chorro de vapor hacia el aire. Desde la máquina salía un cable que se conectaba a una pantalla que los hombres habían ubicado sobre una mesa. También había muchas sillas frente a la pantalla.

Ross se acercó a su madre y le preguntó:

—¿Fue culpa mía? ¿Que hice mal? Pensaba que iba a traer calor a nuestras casas, pero esto es otra cosa. Parece algo anormal.

La madre se agachó y la abrazó. Le aseguró que ella había hecho bien, y que era responsabilidad de los adultos usar los recursos para el bien, pero al parecer, luego de todo lo que había ocurrido en las últimas décadas, no habían aprendido nada.

De pronto, la pantalla se encendió y uno de los adultos extrajo una especie de caja rectangular negra con dos orificios blancos. La introdujo en una caja más grande que estaba sobre la pantalla. Apareció un texto en la pantalla que decía: “Mejores jugadas 2035-2040”. Frente a la pantalla, en las sillas, hombres y mujeres tomaron sus puestos. Mientras, una minoría, en su mayoría mujeres y niños, pero también algunos hombres, observaban con resignación.

De pronto comenzó una música horrible y en la pantalla se veían personas pateando una esfera que Ross y Rikart nunca habían visto antes. Tenían mucha gracia en sus movimientos y hacían cosas que parecían muy difíciles, especialmente porque nunca tocaban la esfera con las manos. El hombre más anciano del grupo se levantó triunfante y sin poder contener su euforia gritó:

—¡Fútbol!

A eso se le sumaron los demás que veían hacia la pantalla.

—¡Fútbol, fútbol, fútbol! —gritaban todos, como si se les hubiese olvidado de pronto el resto del vocabulario de su idioma.

Mientras tanto, la máquina seguía botando agua sobre la lava caliente y vapor hacia el aire. Los que no participaban del espectáculo se retiraron de a poco, hasta dejar sólo a los que disfrutaban del fútbol.

Pasaron doce horas en las que los fanáticos gritaban frente a la pantalla en éxtasis. Incluso llegaron a hacer fuego y cocinar algunos de los animales que salieron de la cueva. Ross los vio comiendo carne, algo que ella sólo había visto en sus libros de historia, y le dio un calambre al estómago. Su padre no participaba del extraño ritual, pero se acercó a conversar con varios de los que sí participaban.

Finalmente, la lava se enfrió y se convirtió en roca. La pantalla ya no tenía energía para funcionar, así que fue guardada. La carne asada dejó de ser parte del menú, y los adultos volvieron a su rutina de cultivar plantas y cocinar falafel. ¿Eso había sido todo? ¿Acaso no mejoraría la vida de todos gracias al calor? ¿Se fue todo en crear energía para esa máquina extraña que nunca había visto?

Triste, Ross habló con sus padres para intentar entender lo que ocurría. Le explicaron que los adultos tenían impulsos que les costaba mucho controlar, y que tal vez no tomaban las mejores decisiones debido a esto. Lo importante era que en otra oportunidad podrían hallar algo parecido y administrarlo con los que no caían frente a estos impulsos.

Al día siguiente, Ross se levantó algo triste, pero se encontró con sus padres que hacían funcionar una pequeña máquina parecida a la de la cueva, pero esta estaba energizando una máquina que molía legumbres y preparaba la comida, ahorrándole trabajo a sus padres. Le hicieron prometer que no le contaría a los otros adultos que ellos guardaban unos recipientes con lava que duraría unos meses. Lo suficiente como para encontrar más yacimientos como el que habían encontrado con Rikart. Esto abría una ventana de esperanza en el alma de la joven Ross.

Cuando la máquina hubo terminado, una tortilla de exquisito aroma salió lista para ser comida. La madre la cortó en cuatro y sirvió la mesa para todos.Todos se sentaron a comer.

—¡Falafel! —fue el entusiasta grito de Rikart para iniciar una comida más sabrosa que de costumbre.

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