Juan era un tipo común. Iba todos los días a trabajar, viajaba apretado en el tren subterráneo, veía videos divertidos en internet cuando su jefe no lo vigilaba, llegaba tarde a su hogar y comía mucho pan mientras veía series hasta bien avanzada la noche. También, al igual que todos, soñaba con alcanzar una meta material a largo plazo, lo que lograría si podía ahorrar una parte importante de su sueldo cada mes por varios años. En el caso de Juan era un departamento en un barrio acomodado de la capital. Todo en su vida iba de acuerdo a lo que dictaba el status quo y lo que su madre consideraba lo que debería ser la vida de un hombre decente. Sin embargo, había algo que preocupaba a la madre de Juan, a sus amigos y hasta a su jefe. Juan no tenía pareja.
De acuerdo a lo conservador que era su entorno, se esperaría que Juan, a sus treinta años estuviese planeando casarse o al menos tuviese una mujer a su lado. Sin embargo, Juan jamás en su vida había tenido una pareja. Ni siquiera alguno de sus amigos recordaba haberlo visto besando a una chica. La madre en un ataque de desesperación llegó a preguntarle si era homosexual, y si era así, que le presentara a su pareja gay. Pero Juan simplemente se rió. No confirmó ni negó la suposición.
La verdad es que Juan tenía otra particularidad que nadie conocía, y estaba ligada a su falta de interés romántico. Él pasaba la mayor parte de su tiempo dentro de su cabeza. Prefería conversar con él mismo antes que con cualquier otra persona, inventaba historias y tenía diálogos socráticos apasionados con él mismo. También tenía ideas que iban desde palabras e imágenes concretas hasta abstracciones imposibles de explicar.
Y fue una de estas ideas la que de pronto surgió en la mente de Juan. No fue motivada por ningún estímulo externo ni surgió a partir de conjeturas anteriores. Simplemente apareció ahí, en un rincón al fondo de la mente, en una esquina oscura. Poco a poco se volvió más importante, y de pronto Juan se sorprendió a sí mismo dedicándole al menos un minuto al día al desarrollo de esta idea. Se mantuvo completamente indescriptible, inexplicable con palabras, pero siempre presente, como un sentimiento, un sabor intelectual, un color espiritual, imposible de tomar, imposible de entender, pero sumamente fascinante.
Pasaron años y la vida de Juan seguía igual. El departamento podría convertirse en realidad si no volvía a haber una crisis financiera en cinco años más o menos. Había estado a punto de conseguirlo el año pasado, pero la caída de los fondos mutuos y la burbuja inmobiliaria lo obligaron a aplazar su meta. Lo que sí había cambiado en la vida de Juan era la idea. Crecía y crecía, tomando una forma más maleable, pero aún no era completamente entendible. Había algunas palabras que la podían describir sin mucha justicia. Palabras vagas y conexiones que podrían representar un atisbo de lo que llevaba años dando vueltas en su cabeza.
Hasta que un día lo comprendió. Estaba comiendo sus cereales con leche en la mañana cuando de pronto la idea se convirtió en algo completamente comprensible, algo que podía explicarle a cualquiera con palabras sencillas. Era un concepto tan simple pero fundamental al mismo tiempo que inmediatamente le otorgó a Juan un entendimiento nuevo del universo, una perspectiva que nunca había considerado. A partir de ese momento no volvió a trabajar.
El jefe y los colegas de Juan, quienes lo apreciaban más allá de su labor en la compañía, lo llamaron por una semana sin encontrar respuesta. Su madre tampoco lo pudo contactar, así que fue a visitarlo. Nadie abrió la puerta así que ocupó su copia de la llave. Lo que vio adentro casi la hace perder el conocimiento. Juan estaba sentado en el suelo en medio de la sala de estar. Todos los muebles estaban contra las paredes, dejando mucho espacio al medio. Juan, con barba de varios días, cabello desordenado y ojeras, miraba fijo hacia la muralla blanca. Ni siquiera se volvió a mirar quien entraba por la puerta.
Como es natural, la mujer quiso hacer reaccionar a su hijo, pero este no respondía. No es que hubiese estado mentalmente ausente. Juan estaba consciente de todo lo que ocurría a su alrededor, pero simplemente le era indiferente. Su madre ordenó y limpió el departamento. Puso los muebles en su lugar y abrió las ventanas, esperando hacer del departamento un lugar habitable nuevamente. Luego se volvió a acercar a su hijo para intentar conversar y dilucidar qué ocurría. Esta vez Juan contestó algunas preguntas con monosílabos, compartió un par de sonrisas e hizo contacto visual. Parecía estar saliendo de su estado de indiferencia. Entonces decidió compartir la frase que había resultado de años de una idea macerándose en su cerebro. Algo dentro de él le comunicaba que el mundo debía escucharla, a pesar de las posibles consecuencias. La verdad debía ser divulgada, aunque las personas no sepan qué hacer con ella. Se acercó al oído de la madre y susurró.
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En solo unos segundos el secreto fue comunicado y la conciencia de la mujer se conmocionó completamente. Primero caminó por todo el departamento sin saber qué hacer ni qué decir. Luego se sentó frente a Juan y lo miró fijamente. Ambos se quedaron ahí por largo rato, hasta que el hambre los hizo levantarse para ir a buscar algo de comida.
Cuando llegaron al puesto de empanadas de la esquina pidieron una para cada uno, pero en vez de pagar, compartieron el secreto. La vendedora les entregó las empanadas y no pidió nada a cambio. Simplemente se sentó mientras miraba el aceite esperando las siguientes empanadas para freir. Luego de unas horas se levantó y comenzó a caminar, dejando su carro y su dinero atrás. Ella habló con mucha gente mientras andaba por la calle, compartiendo el secreto con todos.
Así, el secreto fue compartido de boca en boca, haciendo que toda la gente común, frente a una revelación tan fundamental sobre el universo, dejase de producir, de vestirse bien, de asearse y de comunicarse. Lo único que valía la pena comunicar era el secreto. Nadie hacía mucho esfuerzo para conseguir alimentos, simplemente iban a supermercados y sacaban lo que necesitaban sin pagar. Si alguien que no había escuchado el secreto se oponía, lo compartían con ellos.
Los únicos que no eran susceptibles al poder del secreto eran las élites que controlaban el país. Al comienzo no entendían por qué la gente simplemente no producía ni consumía. Nadie los obligaba a ir a sus trabajos, porque los jefes y altos funcionarios tampoco lo hacían. Quisieron utilizar a la policía y los militares para obligar a las personas a volver a sus vidas normales, pero ellos también habían escuchado el secreto. Sólo los generales y los mandos más altos eran inmunes al secreto. Se dieron cuenta que eran completamente inútiles sin la ayuda de las personas que, al parecer, ya no tenían motivaciones. Escuchaban y leían el secreto una y otra vez, pero para ellos eran solamente palabras vacías, que no comunicaban nada.
En su confusión, las élites se aislaron del resto, en unas cuantas casas, compartiendo los bienes materiales que habían acumulado. Tuvieron que acostumbrarse a hacer todo solos, y a prescindir de cosas que no podían mantener sin la ayuda de sirvientes.
Luego de un mes, ya todo el país había escuchado el secreto, e incluso se propagaba más allá de las fronteras. Fue cuando ya no quedaba una persona sin escucharlo que todos, de pronto, salieron a las calles. Se reunieron en las plazas y espacios comunes para acostarse unos al lado de otros, creando figuras hermosas que sólo podrían ser apreciadas desde las alturas. Pero no había nadie para ver tales maravillas. Cuando todos estuvieron en su posición, cerraron los ojos y sus cuerpos dejaron de funcionar. Toda la población se convirtió en el cadáver más hermoso que pudiese ser descubierto por los arqueólogos de la especie que dominara el planeta eones en el futuro.
Mientras, las élites, ese pequeño porcentaje que no fue capaz de entender el secreto, vivió por unos días más. Sin embargo, en su incapacidad de producir lo necesario para sustentar su existencia, fueron cayendo uno a uno. Dejaron cadáveres horribles repartidos en sus enormes mansiones.
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Muy bueno este cuento, el autor se va superando a si mismo en sus nuevas historias