El Hippie

Entre las teorías que pululan tratando de explicar los acontecimientos de los últimos meses que llevaron a la masacre que se vio hace unos días, creo que debo compartir la propia. Es mucho más simple que la mayoría, y se centra en una sola persona. 

Nadie sabe con certeza en qué momento se comenzó a hacer conocido. De hecho nadie nunca supo su nombre, ni de dónde venía. Simplemente, de a poco, el hippie se hacía notar cada vez más en las protestas. Era un muchacho delgado de pelo muy largo, casi hasta la cintura, y muy oscuro. Tenía una barba que terminaba en forma de punta hacia abajo, siempre vestía con ropa ancha y blanca y andaba con chalas cafés. Caminaba un montón en las marchas y hasta a veces arrancaba de los pacos, pero nunca se hizo una ampolla ni se le rompieron las chalas. Ni siquiera vi que se le salieran. Y es que el cabro tenía como una especie de magia. Tenía una volada media mística, pero también era la energía que transmitía. Parecía tener la capacidad de tranquilizarnos a todos y darnos esperanzas incluso cuando estábamos todos demostrando nuestra rabia. Él también tenía rabia contra lo que ocurría en el país, y especialmente contra el presidente, pero nunca se le borraba la sonrisa. 

Me imagino que al comienzo llamaba la atención por su pinta. Por algo le pusieron el hippie. Parece que nunca dijo su nombre. Por lo menos no he encontrado a nadie que lo supiera, pero estaba contento con su apodo. Le quedaba perfecto. Otros le comenzaron a decir Jesús, e incluso bromeaban que Dios estaba de nuestro lado y no del lado del gobierno. El hippie nunca se quejó de ese apodo, pero se notaba un poco más incómodo cuando se lo decían, y se reía incómodo. La cosa es que se hizo conocido a través de fotos, e incluso alguien lo entrevistó así a la pasada, y le preguntaron si se vestía así para mandar un mensaje o para llamar la atención. Él respondió que él encontraba cómoda la ropa no más. Pero al final igual se convirtió en un símbolo. Hicieron ilustraciones con su figura liderando las marchas (incluso cuando él nunca había estado al frente), algunas mostrando que el poder de las flores estaba con los rebeldes, otras poniéndolo como Jesucristo luchando contra el imperio romano. 

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Eran puras tonteras, pero de alguna forma, a la gente le daban alguna esperanza. El Hippie lo tomaba como broma, aunque comenzó a tomarse las cosas más en serio a medida que pasaba el tiempo y los pacos se ponían más violentos. Se le vio atajando lacrimógenas con guantes y tirándolas de vuelta. También atendió a algunos heridos y tiró una que otra piedra. Eso aumentó su imagen. Apareció en poleras y murales. Para él eso ya era un poco mucho y comenzó a aparecer menos seguido.

De pronto no se le vio en una semana y algunos nos preocuparnos. El problema es que no sabíamos nada de él, salvo el mito que había crecido a su alrededor. Nos dimos cuenta que era súper intelectual para hablar y que aportaba mucho a las discusiones, pero era muy cuidadoso en no entregar datos personales. Finalmente volvió a aparecer cuando un ilustrador puso en instagram un dibujo del “verdadero Cristo”, que aparecía en el cielo haciendo desaparecer a los encapuchados y las marchas. Este Cristo era muy rubio. A esto se sumó que unas señoras reaccionarias subieron un video rezándole a Jesús para que cesara la violencia en el país. Decían que Jesús estaba del lado de ellos y no del nuestro. Ahí, al día siguiente volvió el Hippie, más llamativo que nunca, con un letrero que decía “Jesús era negro” y luciendo toda su cabellera oscura, haciendo un contraste intencional con ese Cristo rubio que adoraban las viejas y el ilustrador. El Hippie se lo tomó con mucho humor. Sabía que no era nada en serio, pero también utilizaba el sentido del humor para molestar a los conservadores que apoyaban al gobierno asesino. 

Esta vuelta a las marchas se vio marcada por una mayor radicalización de todo el movimiento. Como la destitución del presidente no resultó de manera legal, nos tomamos todas las calles. Hicimos barricadas en lugares donde nunca habíamos hecho y rompimos todo. Los enfrentamientos con los pacos se hicieron más fuertes, y de pronto vi al hippie lanzando piedras con la primera línea. Incluso en un momento lo vi con un palo gigante pegándole a un tipo de fuerzas especiales en el casco. Le pegó tan fuerte que lo dejó aturdido en el suelo. La cosa fue grabada por varios celulares y se volvió viral. 

Parece que el cabro no se sintió muy bien con eso. No se si fue por la exposición que tuvo o que no le gustó haberse puesto tan violento, pero la cosa es que volvió a desaparecer. Mientras tanto, el dictador se tomaba en serio las cosas que decíamos (medio) en broma, y respondía en cadena nacional. Aparte de hablar de la violencia y de cuántos pacos nuevos iban a salir a la calle, dijo que Dios estaba del lado de ellos, porque ellos protegían al orden público. Las señoras de las iglesias también se lo tomaban en serio. Algunas hacían contra-manifestaciones con actores pagados disfrazados de Jesús. Todos rubios. 

Al final puede que el hippie se terminase comprando la idea de ser como Jesús, aunque nunca lo dijo abiertamente, ni tampoco le gustaba cuando lo llamaban así. Lo que sí hizo fue juntar a un grupo de personas que vivían en comunidad. Mientras la lucha del pueblo continuaba, logrando cosas mínimas muy de a poco, y el dictador seguía en su lugar, ellos vivían todos juntos en una casa gigante que él se consiguió. Luego, nadie de los que vivían ahí supieron cómo se la consiguió, sólo sabían que podían vivir ahí. En ese lugar compartían todo. No existía la propiedad privada. El hippie predicaba un montón de cosas, entre ellas, que Jesús fue el primer anarkista, y que en realidad las primeras comunidades cristianas que habían ayudado a corroer moralmente al imperio romano también lo eran. La casa se llenó de gente que quería formar parte del grupo y había cada vez más gente convencida de que esa era la forma de cambiar el mundo. Simplemente vivir de otra forma. Dejar de usar dinero, dejar de pensar en las posesiones, compartir todo. De pronto ya eran más casas las que se llenaban de gente viviendo así y menos las personas que iban a sus trabajos. 

Creo que eso fue lo que más le dolió a los poderosos. El 10 de abril, el mismo día que fracasara el segundo intento por destituir al dictador, por la noche gasearon la casa del Jesús hippie y se llevaron detenido a casi todo el mundo. Les rompieron todas sus cosas, el huerto, la artesanía, sus paneles solares y purificadores de agua. Tenían casi todo solucionado para vivir independientemente dentro de esa casa sin necesidad de generar dinero, y les destruyeron todo eso. Del hippie no se supo hasta tres días más, donde apareció en una foto junto con el presidente. Era muy raro porque su mirada estaba perdida, y más que abrazando al petizo dictador, parecía estar apoyándose en él. En la foto, que fue publicada por las redes sociales del gobierno, decían que Raúl (según ellos, el nombre real del Hippie) daba su apoyo al gobierno, y que llamaba a sus seguidores a apoyar las políticas públicas que nos iban a traer prosperidad e igualdad a todos. Nadie creyó en ese montaje, aunque nuestra reacción nunca fue documentada por la televisión y no es discutida por ninguno de los sociólogos e historiadores que intentan explicar lo que pasó después. Lo que más nos indignó fue que aparecieron perfiles que supuestamente eran del Raúl, y que repetían con otras palabras, lo mismo que salía en la foto con el presidente. Era muy obvio que era falso, y nadie entendía si de verdad nos querían convencer o se estaban riendo de nosotros. 

Finalmente pasó que nos juntamos espontáneamente el lunes, y en diversos lugares de Santiago y otras ciudades se armaron grupos protestando. Un grito se hizo nuestro mantra “Nos robaron a Jesús y lo vamos a recuperar”.Era más gente que la chucha. Nunca había visto a tanta gente en las calles, y lo que informaban de otros lados era lo mismo, masas de gente en todos lados gritando en contra del presidente, enfrentándose a los pacos y saqueando todo. Ahora éramos todos la primera línea, y es que éramos tantos que no había para dónde correr, sólo podíamos enfrentar a lo pacos. La verdad no sé cuanto rato estuvimos en eso, pero no puede haber sido mucho, porque superábamos en cantidad a la policía por demasiado. Sólo recuerdo que cuando los pacos salieron arrancando vi muchos cuerpos en el suelo, era difícil caminar entre la sangre y las personas tiradas, algunos civiles y otros con uniforme. Entremedio había algunos vivos, a quienes asistimos. Me parece que vi a alguien morir en mis brazos mientras me decía que no podíamos dejar de pelear, pero no se si eso es verdad o mi imaginación. 

De pronto todos sabíamos adónde ir. Caminamos y caminamos mientras todo era destruido a nuestro paso, era pura rabia avanzando por la ciudad. Se escuchaba por todos lados: “nos robaron a Jesús y lo vamos a recuperar”. Cuando llegamos a la Moneda, estaban todos los fuerzas especiales ahí, y se estaban enfrentando con gente que ya había llegado de otros lados. La policía disparaba a matar y vi a muchos caer, pero la presión seguía y las piedras y las molotov les llovían, obligándolos a retroceder. Vi a uno que le explotó una en la cara y se retorcía en el suelo gritando sin poder apagar su ropa impregnada de bencina. Sus compañeros lo dejaron botado. Nosotros seguíamos. Nada nos paraba y seguíamos con nuestro grito. No entiendo por qué nadie más lo dice ahora en los medios. Como si quisieran que nuestros motivos fueran diferentes. 

La cosa es que cuando ya estábamos metidos en la Moneda, simplemente descargamos la ira. Era obvio que el Hippie no estaba ahí, pero era lo único que podíamos hacer. Ya no habían pacos ni políticos ni administrativos. O se habían arrancado o tal vez los habían matado, no se. Lo que sí recuerdo perfecto fue cuando vi el auto salir desde un túnel. Parecía salir de un estacionamiento, pero era una salida que nunca había visto. Salió a toda velocidad y atropelló a un montón de gente intentando escapar. Se notaba que era de lujo y estaba todo blindado. Al final lo detuvieron igual y lo dieron vuelta. No se podía abrir ni romper las ventanas, pero la gente seguía pegándole. Hasta que un tipo de negro abrió una ventana del auto volcado y sacó una pistola. No alcanzó a disparar antes que le quitaran el arma y se metieran al auto. Sacaron a todos los tipos y les pegaron hasta que salió el último. El mismísimo maldito que nos había tirado a los milicos y a los pacos encima. A los otros los olvidamos, y puede que hayan salido corriendo, no se. La cosa es que ahí estaba el culpable de todo, y de pronto alguien se le tiró encima. Ya era muy tarde y ya había visto sangre y muerte todo el día, pero lo que vi superó todo. Eran manos golpeando y tironeando, pies pisoteando, hasta dientes mordiendo a ese cuerpo que no se podía defender, pero que en algún momento había tenido el poder para hacernos sufrir a todos. Aún así yo no quería que le pasara lo que le pasó, pero era inevitable. De a poco, entre toda la gente veía cómo la vida se alejaba de ese ser, y todo lo que quedaba era dolor, en un gesto horrible, mientras algunos ya se llevaban trofeos. Primero fue la chaqueta, luego el reloj, algo más de ropa. Luego alguien salió con un mechón de pelo, después se llevaron un dedo, una mano, una pierna. Todos hacia direcciones diferentes. Hasta que alguien salió con la cabeza. Rápidamente fue puesta en una estaca. Un palo muy parecido al que usó el hippie para atacar a un carabinero. Luego hubo algo parecido a una procesión siguiendo a esa cabeza empalada. 

De ahí no recuerdo hasta el día siguiente, cuando todo estaba en silencio y no sabíamos qué hacer para reconstruir nuestra sociedad (o mejor, construir una nueva). Nos habían robado al Jesús. Pero él no quería que pensáramos en propiedad y en posesiones, y aún así, el que nos arrebataran algo, una persona, o una idea, fue lo que desató toda nuestra barbarie. Ahora todos intentan explicar qué mierda pasó y qué vamos a hacer. Yo tampoco sé las respuestas, pero sé que tiene algo que ver con este hippie que no entendimos muy bien.

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