Este cuento es diferente a lo que suelo escribir. Espero que lo disfruten al igual que los más terroríficos de este sitio.
Sobre la montaña de abundancia espera el enorme vehículo. Es el pináculo de la creatividad humana, hecho de los mejores materiales, con un diseño refinado y minimalista, propio de la era espacial, pero manteniendo la forma fálica de los modelos anteriores, símbolo de su poder. Por el camino que lleva hacia la cúspide, avanzan los poderosos dueños de las ideas. Ideas que no aparecieron en sus mentes, pero ellos las compraron. Van en sus automóviles eléctricos, para mantener sus conciencias limpias, mientras lanzan por las ventanas pedazos de plástico y desechos virulentos.
Los automóviles tienen escrito el nombre del genio, quien en sus sueños lúcidos alguna vez vio a la humanidad con energía abundante y gratuita para todos. Ahora su nombre es una marca registrada, cuyos vehículos sólo los más poderosos pueden usar. Y ahí van ellos, los dueños del mundo, con sus conciencias limpias, acercándose hacia el enorme falo interestelar. En la entrada, un trabajador vestido con ropa de imitación y una sonrisa vacía, opera la máquina que recibe las millonarias transferencias de dinero de cada uno de los millonarios pasajeros. Incluso el dueño del falo de titanio paga su derecho a subir, sólo porque cree en el sistema que debe obligar a cada uno a pagar por lo que recibe.
Todos se instalan en sus asientos de oro y encienden sus pantallas con entretención constante, hecha por artistas explotados. Mientras, el complejo sistema automatizado inicia la cuenta regresiva. El trabajador de la entrada corre por su vida, antes de que el conteo llegue a cero. Llega a la zona segura justo cuando los motores se encienden y el fuego imposible emerge desde la base del falo. Este se eleva majestuosamente hacia el cielo. El trabajador observa maravillado, mientras el gigantesco y poderoso vehículo se aleja hacia el espacio, llevando dentro de él a los más poderosos, quienes quieren cumplir su sueño de ser turistas estelares.
Mientras los millonarios toman su champagne en gravedad cero muy lejos de la atmósfera y la gravedad, el resto de los humanos respira el carbono y arsénico dejado por las poderosas explosiones que elevaron al omnipotente vehículo. Algunos intentan acercarse a la montaña de abundancia, pero son alejados por los robots de vigilancia. El trabajador que vio todo desde primera fila es alejado del lugar y le entregan unas cuantas monedas, las cuales recibe con alegría.
La tierra que rodea la montaña de abundancia está seca y maltratada. Cada recurso de ella fue extraído y llevado a la montaña o utilizado para la confección del cohete. Los humanos dejados en la tierra recogen lo que pueden para sobrevivir. Muchos ocupan el ingenio para satisfacer sus necesidades básicas. Todos ocupan sus pantallas personales (legado de los poderosos que ahora viajan por el espacio) para escapar del dolor de la miseria. Pero pasa el tiempo y la miseria se hace más dolorosa. Y los que habían trabajado con los poderosos tienen muchas monedas para intercambiar por bienes, pero no hay nada por qué cambiarlas, o nadie les recibe sus monedas. Y a través de las pequeñas pantallas algunos reconocen la miseria propia en el rostro de otros.
Las pantallas funcionan como espejo, pero también como hilo… un hilo que une los talentos, creando nuevos talentos y nuevos artefactos. Y de pronto, la miseria permite vivir mejor, y la tierra entrega algo más que aridez, y la vida se hace más vivible, y el apoyo mutuo prolifera, creando nuevas soluciones a los problemas urgentes. También, la conversación, inevitablemente precede a la cuestión evidente: la montaña de abundancia ha sido abandonada, y los que mueren de hambre podrían vivir si tan sólo sacásemos un poco de ella.
La cuestión causa revuelo. Unos quieren ir y sacar todo lo de la montaña, otros no quieren hacer nada, por respeto a las reglas que no deben romperse. El debate es ético, práctico, filosófico y brutal. Nadie hace nada por miedo, pero el germen de una idea crece y crece en las mentes de cada persona.
Mientras, los millonarios comen langosta en gravedad cero, observando los anillos de Saturno desde una posición privilegiada. Algunos incluso recogen trozos de hielo de los anillos para su whisky on the rocks. Desde su telescopio en su nave espacial miran hacia la tierra y se conmueven. Sus corazones azules se sensibilizan con la pobreza que se vive en ese punto índigo que se ve en la distancia. Tienen conversaciones filosóficas interminables sobre cómo solucionar el problema de las pobres almas, cuyo carácter no ha sido suficientemente fuerte como para llegar a la grandeza de ellos.
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En la tierra los debates también siguen. La vida sin los millonarios es difícil, porque no hay trabajo hasta que ellos regresen. Sólo hay trabajo para quienes cuidan de la montaña de la abundancia. Poco a poco la gente trabaja la tierra y logran cultivar algunas cosas. Algunos crían animales y otros incluso logran cazar. Pero el debate más fuerte es sobre si sacar un poco de abundancia de la montaña o respetar la propiedad de los millonarios esforzados que la crearon.
Al ver que las discusiones no llevan a ningún lado, un grupo de personas simplemente ataca la montaña, sin esperar una respuesta de la mayoría. Los guardias intentan detenerlos, pero estos astutos delincuentes logran reducirlos; a los guardias humanos y a los mecánicos. Destruyen a los robots de defensa y a los guardias de carne y hueso les ofrecen carne, la cual no han probado en semanas, a pesar del dinero que han ganado.
Roban sólo una porción, apenas el uno por ciento de la abundancia de la montaña. En sus manos no saben lo que llevan. Sólo sacaron lo que pudieron tomar de la orilla de la montaña. Parece un material sumamente suave cuyo contacto con la piel es benditamente agradable. Lo llevan a las casas de sus vecinos y lo reparten a todos. Parece alcanzar para todos. Cada uno recibe una pequeña porción, y la comparte con otros. Finalmente, todos tienen un pequeño trozo de esta abundancia, y la vida de todos mejora un poco. Hay más comida sobre las mesas, el suelo se vuelve levemente más fértil y las casas se vuelven un poco más hermosas.
Una sutil alarma suena en la nave de los excelentes seres humanos que ahora juegan golf en gravedad cero, intentando golpear uno de los asteroides del cinturón del sistema solar. Les alerta sobre el robo de una porción de la montaña de abundancia. Con gran dolor en sus almas, interrumpen su juego para tener una seria conversación. Finalmente deciden volver y evaluar la situación por ellos mismos. Al parecer las máquinas y las pocas personas a cargo no han podido mantener el control en la tierra.
Mientras hacen su esforzado viaje de vuelta, ansiosos viendo sus estados de cuentas, los habitantes de la tierra hacen proliferar la abundancia robada. Ocupan los vegetales que han crecido más hermosos para compartir y alimentar a más gente, los hogares embellecidos y ampliados reciben a más personas y son sedes de trabajo colaborativo. Así, la suave y confortable abundancia crece y cubre toda la tierra, haciendo todo más bello. Y en la montaña enorme de abundancia, esta no prolifera. Ahí, la abundancia estancada se vuelve oscura, verde y fétida. Algunos hombres se acercan para sacar más, pero son repelidos por el horrible espectáculo de la montaña putrefacta que se deshace y se encoge en su propia descomposición. Los robots que debían protegerla se oxidan y mueren.
Cuando llega la hermosa nave fálica de vuelta al planeta, intentan encontrar su puerto de descenso, pero la montaña ya no está. En su lugar hay un charco enorme de putrefacción. El hermoso cohete no puede descender sobre esa superficie. Viajan por la tierra buscando algún lugar para descender, pero ninguna superficie es idónea. Se acercan a algunas ciudades, que les parecen completamente extrañas, nunca las habían visto antes. Tal vez estaban cambiadas, o ellos son quienes han cambiado con su viaje. O bien, es que no conocían mucho fuera de su entorno en la tierra desde un principio.
Algunas de esas ciudades son perfectas para aterrizar, pero hacerlo causaría gran destrucción de edificios, pérdida de siembras e incluso muertes. Aunque esa es una culpa que los hermosos millonarios están dispuestos a asumir, la gente de la tierra no quiere escuchar sus razones y los alejan con piedras. Los millonarios hacen un segundo intento por aterrizar, esta vez ofreciendo dinero, trabajos y paz a cambio, pero las personas son intransigentes y siguen con sus piedras al aire, dañando los motores del cohete.
El enorme falo que transporta a los poderosos ya no puede descender de manera segura , y para no arriesgar las vidas de los tripulantes, vuelve a salir de la atmósfera con sus últimas reservas de combustible. Finalmente queda orbitando la tierra, como un satélite destinado a eclipsar a la luna cada dos años, mientras el mundo sigue sus vidas, indiferente del destino de los magníficos hombres que viajaron por el espacio con afán de entretención. Sin más que hacer desde su órbita, beben sus reservas de alcohol y utilizan otras sustancias para hacer su indefinida estadía en el espacio más llevadera. En la fiesta experimentan todo tipo de placer, dando un final épico a sus existencias. Los turistas estelares terminan sus días como un espléndido ornamento para el planeta tierra, el más virtuoso cuerpo celeste del sistema solar.
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Muy buen cuento, esperanzador