El secreto

Simplemente apareció ahí, en un rincón al fondo de la mente, en una esquina oscura. Poco a poco se volvió más importante, y de pronto Juan se sorprendió a sí mismo dedicándole al menos un minuto al día al desarrollo de esta idea. Se mantuvo completamente indescriptible, inexplicable con palabras, pero siempre presente, como un sentimiento, un sabor intelectual, un color espiritual, imposible de tomar, imposible de entender, pero sumamente