La semana pasada se llevó a cabo el Santiago Horror Film Festival. Tenía la intención de ver muchas películas y hacer muchas reseñas. Sin embargo, la vida se interpuso y pude ver sólo una. Así que acá está la reseña.
Diablo Rojo. Escrita por Adair Dominguez y J. Oskura Nájera. Dirigida por Sol Moreno
Al parecer, en Panamá se les llama diablos rojos a los choferes y de bus de bus que adornan su vehículo de maner muy exagerada. También pareciera que estos son conocidos por manejar muy rápido y de manera irresponsable.
Como se pueden imaginar, el protagonista de este film es un Diablo Rojo. Él y su asistente (que al parecer se dedica a cobrar el pasaje y abrir y cerrar la puerta) se ven, de la nada, atrapados por la magia negra de un grupo de brujas, arrastrando con ellos a un par de policías y un sacerdote.
La historia comienza con Miguel, el chofer y Junito, su ayudante, tomando unas cervezas antes de comenzar su jornada nocturna. Cuando Miguel se aleja para orinar antes de partir, es besado por una mujer sucia y misteriosa, luego ella se destruye en pedazos y desaparece. Miguel intenta comenzar a trabajar como si nada, pero el miedo lo hace manejar más rápido que de costumbre, atrayendo a dos policías que los persiguen para ponerles una multa. Cuando finalmente le cursan la multa, son atacados por un demonio con alas que hiere gravemente a uno de los policías antes de dejarlos escapar.
De alguna forma, el bus se teletransporta a Chiriquí (una localidad alejada de la ciudad y metida en la selva) además de quedarse atrapado en las 12:00 horas. En esta nueva ubicación se refugian en una iglesia, donde conocen a un sacerdote que los acompañará hasta el sangriento desenlace. Luego, nos enteraremos que quienes están detrás de todo esto son un grupo de brujas, cuyas motivaciones están íntimamente relacionadas con el pasado de Miguel.
La película incluye escenas livianas y graciosas, levantadas, principalmente por el carisma de Miguel y Junito, las cuales contrastan (o a veces se complementan) con escenas de ultra violencia y gore. Esto le da al film una vibra similar a “El Día de la Bestia” con algo de “Brain Dead”. Este estilo de humor-horror-gore es lo que está mejor logrado en la película, aunque a veces los efectos especiales, a pesar de la buena factura, se sienten fuera de lugar. Tal vez una mejor iluminación que no revelara todas las partes de plástico y el maquillaje habría ayudado.
Las actuaciones de los dos protagonistas son excelentes. Ambos hacen una buena dupla humorística que a veces pasa por otras emociones sin verse falso. El uso que hacen de la jerga panameña le da más carisma a sus personajes, aunque en un principio se hace difícil de entender para un extranjero (“este man está foc op” es una frase que recordaré por siempre). Lamentablemente no puedo decir lo mismo de los personajes secundarios. Sus actuaciones, especialmente la del cura, son débiles y poco creíbles. Las brujas, como grupo, funcionan bien, pero cuando alguna tiene que decir una línea de diálogo, se siente incómodo y pretencioso. En realidad, para ser justos con las actrices, creo que el verdadero problema es la disonancia en el tono. Mientras los protagonistas mantienen la comedia como su principal característica, las brujas mantienen una faceta muy seria que contrasta con su maquillaje exagerado, con las interpretaciones de quienes reaccionan a su magia y con el mismo bus que ellas acechan.
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Y hablando del bus, debo decir que este es un personaje más. Jamás en mi vida he visto un vehículo más festivamente decorado. Lo más cercano a esto es alguna micro amarilla (de las antiguas que recorrían Santiago de Chile) a las 4 de la mañana a la vuelta de alguna fiesta abundante en autodestrucción. Pero la verdad, no le llega ni a los talones a lo que se ve (o veía) día a día en el transporte público de Panamá. Los colores, las luces y los dibujos del vehículo aportan tanto a la estética e incluso al desarrollo de la historia como a la información que recibimos sobre el personaje que lo maneja.
Esto último es, en mi opinión, lo que hace que esta película sea importante. Por un lado, es el primer film de terror de Panamá, lo que ya es un logro más que significativo. Por otro, rescata y da a conocer al mundo una parte del folklore panameño que probablemente vaya a desaparecer en el futuro próximo (si es que aún no lo ha hecho). Debido a razones obvias de desarrollo y seguridad, estos choferes con sus vehículos van a ser reemplazados por un sistema más moderno de transporte, y Diablo Rojo inmortaliza lo que ellos han aportado a la vida de su ciudad. Además, nos sensibiliza, aunque sea un poco, sobre la vida que estos hombres han vivido mientras llevan a miles de personas a sus hogares y sus trabajos.
Cuando entré a la sala del Festival de Cine de Horror de Santiago, no tenía ninguna expectativa porque no conocía nada de Diablo Rojo. Debo decir que salí con una buena impresión, agradecido de que el único momento libre que tuve en la semana para asistir al festival lo pude ocupar en apreciar esta sorprendente pieza. Es de esperar que Sol Moreno y su equipo tengan un prometedor futuro en el cine de género.
Recomiendo esta película, aunque no sé cómo pueden llegar a verla, ya que por ahora se encuentra circulando por festivales. Lo mejor sería estar atentos a festivales de horror en sus ciudades o a algún posible estreno en salas de cine comerciales. También verla online sería una opción, pero siempre cuidando que los realizadores reciban su parte.
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