Cuando hablamos de música, casi siempre podemos expresar cuáles son los sentimientos, las emociones que nos despierta un determinado estilo o un determinado artista. Casi siempre escuchamos y seguimos música que nos causa alegría, euforia o tranquilidad. Además podemos escuchar música para liberarnos de emociones más bien negativas. Por ejemplo, lo mejor que puedes escuchar después de un día de mierda es Dying Fetus y liberar tu rabia, o poner algo triste en la radio para procesar una pena muy grande. Pero también hay algunas personas con gustos extraños que buscan por todos los rincones de internet y de las escenas musicales underground para encontrar algo que los haga sentir miedo, ansiedad o incluso malestar físico. Y existe un grupo Holandés cuya música puede lograr exactamente eso.
Dodecahedron es una banda catalogada como Black Metal, aunque esto sea solamente para cumplir con la formalidad de ponerlos dentro de algún género. Los holandeses sí ocupan elementos del black metal como las voces guturales agudas, blastbeats y guitarras con la distorsión y riffs característicos del estilo. Lo que los diferencia del black metal típico es la incesante experimentación. En su segundo disco, Kwintessens, sólo los dos primeros temas, Prelude y Tetrahedron, pueden considerarse canciones dentro de este género. Más adelante, si bien se siguen ocupando los elementos que describí antes, se trata más bien de una constante deconstrucción del black metal, o de la música misma. Mientras más nos adentramos en este experimento llamado Kwintessens vemos cómo los límites de lo que se entiende como música son empujados y quebrados.
El tercer tema, Hexahedron, comienza con un ritmo más lento y sigue con la atmósfera black de los primeros temas, pero alrededor del minuto con veinte segundos, se deshace y comienza la repetición de un riff contrapunteado que entra por los oídos hacia el cerebro como un gusano endemoniado que se queda ahí, repitiendo esa frase musical aún cuando ya hayas dejado de escucharlo. La repetición y la lenta progresión del tema oscurecen la atmósfera aún más, y cuando vuelve a sonar una voz, es casi gratificante, aunque suene más como un demonio que como una persona. La estrofa dura poco y volvemos a descender en el riff atmosférico y repetitivo, que vuelve a evolucionar lentamente en otra frase que sirve de epílogo.
Interlude le hace honor a su nombre, siendo el tema más tranquilo y olvidable del álbum. No se aleja mucho de la atmósfera oscura y opresiva, pero ciertamente da un pequeño descanso antes de lo que viene después. Rescato la batería que a ratos deja de ser metal y se pone un poco jazz. En esta canción también comienzan a tomar más fuerza los efectos de estudio que serán importantes más adelante.
Octahedron es una pieza engañosa, ya que nos hace creer que volveremos a algo más tradicional en la introducción, pero rápidamente se pierde en un bosque de sonidos que parecen ser la traducción musical de lo que es un ataque de ansiedad. De ahí en adelante el sonido parece colapsar, como si la música a ratos intentara volver a ser un black metal tradicional, pero no pudiese evitar convertirse en un ataque al subconsciente. El tema siguiente, Dodecahedron, se empalma perfectamente, y parece ser la evolución natural del anterior. Acá la voz se vuelve más extraña, y en vez de sonar como un demonio, suena como una persona. Eso es más incómodo de lo que se podría esperar, pero la ejecución evoca más bien alguna tortura o un ataque de histeria. Más o menos en la mitad, el tema se vuelve sólo teclados y efectos de estudio. Acá se demuestra que la edición fue utilizada como un instrumento más en la composición.De pronto la agresividad vuelve como para despertar de un trance y finalizar la canción nuevamente con un epílogo repetitivo, pero fascinante.
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La canción Finale no es el final del álbum, pero sí parece ser el final de la composición musical tradicional. Acá la edición es lo único que se ocupa, y no los instrumentos. Hay algo de teclados, que nos recuerdan que aún es música lo que estamos escuchando, pero principalmente son sonidos, ordenados, modificados y editados para llevarnos de la mano en un paseo por el averno.
Icosahedron es el real final del álbum y parece sumar los elementos musicales de todos los temas y mezclarlos en una canción lenta que parece una conversación entre dos seres oníricos con el infierno de fondo. La composición se toma su tiempo en cada variación que hacen los riffs (si aún se les puede llamar así) repitiendo hasta el hastío, mientras la voz sigue una especie de narración, más que un canto. Luego llegamos a lo que parece un trance… o mantra instrumental del cual es imposible escapar, parece ser una parálisis del sueño hecha música. El disco termina con un corte directo. Nada de fade out ni cosas así. Simplemente despertamos de una pesadilla con el alivio de que aún estamos vivos y que lo que acaba de ocurrir fue sólo un sueño.
Este disco es altamente recomendable para personas curiosas que quieren experimentar nuevas sensaciones con la música. No se lo recomiendo para nada a alguien que pueda sufrir de ataques de pánico o ansiedad. Creo que este álbum es toda una experiencia. Para mí, que estoy acostumbrado a escuchar música extrema, se sintió como una patada en la mente. Quisiera saber cómo reacciona alguien que no está tan habituado a la música experimental ni al metal extremo. Si algún lector se atreve, deje su comentario abajo.
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