Liminal

El día en que Calígula desapareció no nos preocupamos mucho. Con Andrea le explicamos a los niños que a veces los gatos salen a pasear y no vuelven en un par de noches. Al quinto día nos comenzamos a preocupar. Carlitos, con su imaginación de niño pequeño, preguntaba si es que se había casado con alguna gatita. Roberto, más grande y realista, me dijo en secreto, que pensaba que podían haberlo atropellado, aunque quería ser optimista y pensar que había encontrado otra casa donde le daban mejor comida. Procuró no decirlo frente a su hermano menor, para proteger sus fantasías. 

A la tercera semana, terminamos asumiendo la muerte del gato, y hasta le hicimos un funeral. Lo recordamos como un hermoso gato naranja que recibió el nombre de Caluga, lo cual pronto cambió a Calígula. Reímos con ese detalle y otros más de su vida. Carlitos ahora se convencía de que el animal estaba en un resort para gatos. Nadie quiso contradecirlo, aunque de igual manera los cuatro lloramos mientras armamos un altar en su nombre en la mesa de centro.  

Al día siguiente, mientras cocinábamos y los niños vegetaban frente al televisor, un lamentable maullido en la ventana quebró nuestra quietud. Roberto liberó un alarido de horror, y yo dejé caer un sartén con carne molida mientras me giraba hacia la ventana. Antes de que pudiéramos hacer algo más, Calígula entró como un guepardo y saltó directo sobre la carne en el suelo. Estaba famélico, sucio y le faltaba pelo. Entre bocanadas de carne a medio cocinar, se interrumpía para maullar. Había inflexiones en su voz y cambios de tono que daban la impresión de estar hablando. Los cuatro terminamos convencidos de que, en su idioma gatuno, intentaba contarnos lo que había vivido. No sé si fue mi imaginación, pero parecía estar contando algo realmente horrible. Sentía un gran alivio en la voz del gato, como si estuviese volviendo de una aventura infernal. 

El plato de comida y la caja de arena volvieron a su lugar. Por primera vez Andrea agradeció mi falta de diligencia en deshacerme de la basura. Fueron días felices, mientras veíamos que Calígula recuperaba su peso y su pelaje. Estaba más cariñoso que nunca, y de vez en cuando había momentos en que maullaba como si contase su historia. Carlitos era quien más disfrutaba de esos momentos, y parecían conversar. Todo habría sido una simpática historia… de no haber sido porque las cosas comenzaron a volverse extrañas. 

Comencé a preocuparme por Carlitos cuando cambió su historia sobre el hotel para mascotas. Decía que estaba aprendiendo a hablar el idioma de Calígula, y este le contaba que había sido llevado en contra de su voluntad a “espacios liminales”, fuera del mundo que nosotros podemos habitar. Las palabras que Carlitos usaba eran demasiado elevadas para su edad. “Liminales”. ¿Dónde lo había escuchado? Comencé a considerar que estaba hablando con otros adultos, tal vez en su escuela. Pero por mi naturaleza negligente no hice nada al respecto. Ni siquiera le conté a mi mujer. 

Luego supe que en realidad no había nada que pudiera hacer. Pero antes comencé a percibir más comportamientos extraños, esta vez por parte de Calígula. Lo primero fue simplemente el gato apareciendo entre los platos de la alacena. Como todo gato naranjo, me pareció normal que buscara un refugio en el lugar más estúpido posible, pero no dejó de causarme inquietud el no haberlo visto antes. Era como si se hubiese teletransportado. Le quité importancia, adjudicándole a mi distracción natural, no haberlo visto antes. Lo segundo fue el hecho de que pasara largos momentos con Carlitos, especialmente en el patio de atrás. Mientras yo trabajaba en la oficina, escuchaba a Carlitos jugar en el patio, cosa normal, incluso cuando hablaba solo, contándose historias él mismo. Pero lo que no era normal era ver a Calígula observándolo, a veces por más de una hora. Luego de una semana de este comportamiento, parecían haberse vuelto amigos, pero no era el gato quien se sumó a los juegos infantiles, sino que Carlitos se sumó a las cavilaciones, observando las plantas sentados, compartiendo una ocasional palabra o maullido. 

Desde mi oficina pude observar de reojo este comportamiento. Luego de tres días de lo mismo, hablé con Andrea. Ella, más preocupada por sus negocios, no le dio importancia, por lo que tuve que levantar la voz. Fue una discusión molesta antes de dormir. Logré que me medio creyera, aunque parecía secretamente convencida de que estaba exagerando un comportamiento normal de un niño pequeño. Acordamos contactar a un psicólogo al día siguiente. Finalmente no fue necesario. 

Yo venía de vuelta de comprar. Andrea y los niños se habían quedado en casa. Al entrar, el silencio era sepulcral y la sangre en mis venas se convirtió en un témpano mientras imaginaba lo peor. Busqué a todos dentro de la casa, pero no había rastros de nadie. Sólo unos juguetes en el suelo y la comida a medio cocinar. Salí al patio y ahí estaba la evidencia de lo que no quería creer. Entre los arbustos que Carlitos y Calígula habían estado observando obsesivamente se abría un espacio como si algo hubiese quemado las ramas y hojas. Me acerqué y vi que era un círculo perfecto y si me arrastraba, cabía perfectamente. Entré por el agujero, sintiéndome estúpido, y al mismo tiempo creyendo que llegaría a algún “espacio liminal”.

Tal vez eso era, un espacio liminal, pero nunca lo sabré con certeza. Lo que sí sé es que lo que vi era cierto, aunque no me crean los policías que llegaron después. Al otro lado del agujero había un lugar… un espacio… no sé cómo describirlo. No creo que el lenguaje que conozco me lo permita. Me vi rodeado de colores, pero no había figuras claras. Podía percibir dónde había arriba y abajo sólo por mi sentido del tacto, ya que mi vista no me daba pistas. Caminé luego de arrastrarme, cuando sentí que tenía espacio para hacerlo. No se si me desplacé o si en un momento Calígula decidió aparecer. No sé si era Calígula o una imitación de él. Eso me hizo pensar que tal vez el gato que entró por la ventana no era el nuestro. Pero lo ví, algo que aparentaba ser un gato, parecía flotar hacia mí o estar sentado en un asiento invisible, en una postura que era más humana que gatuna. 

Pensé en preguntarle dónde estaba mi familia, pero me interrumpió… hablando… creo que hablaba, pero no movía su hocico. Se comunicaba directamente con mi conciencia.  Me comunicó verdades que no puedo explicar bien. Era algo sobre dioses y otras criaturas que habitan entre las personas, sin que las veamos. Y que tenía una misión para los cuatro miembros de mi familia. En ese momento los colores que nos rodeaban se volvieron de un naranjo intenso. Recién en ese momento ví a Carlitos flotando al lado del gato, con sus ojos en blanco y su cuerpo inerte. Más lejos estaban Andrea y Roberto en un estado similar. Calígula me dijo que me uniera a ellos para destruir una entidad que intentaba invadir el plano terrenal. Esto es lo que puedo explicar con mi limitado lenguaje. 

Luego todo se volvió aún más confuso. Imágenes se sucedieron en mi mente. Criaturas de tamaños abismales, con rostros y nombres indescriptibles intentaban apoderarse de mi consciencia, mientras Calígula y mi familia, sin mover sus cuerpos, descargaban golpes de energía hacia las criaturas, haciéndolas retroceder. Pude percibir las presencias de otras personas y de otras criaturas como Calígula. Estaban con nosotros en ese “espacio”. De pronto algo se apoderó de mí. Como si una mano etérea pudiese tomar mis pensamientos como algo material. El dolor en mi espíritu fue indescriptible. Sentía que la vida se alejaba de mí. Hasta que una intervención de Calígula, piadosamente me devolvió al mundo terrenal, mientras él y los demás seguían batallando en un campo inaccesible. 

Lo que haya pasado con mi familia y con las otras personas que han desaparecido durante la última semana, no lo sé. Pero creo que todos los casos deben estar conectados. Tengo claro que esta confesión no me otorgará la libertad, y que cualquier historia más realista me llevaría a un lugar menos vigilado, pero eso sería una mentira. No espero que el señor juez entienda, pero si alguien puede dar crédito a mi confesión, creo que habrá alguna esperanza de que mi familia vuelva a aparecer.