Dado a que estoy crónicamente en línea, no he podido evitar enterarme, en contra de mi voluntad, de lo que vistieron las celebridades en la gala del MET. Para quienes no lo sepan, el museo metropolitano de artes de Nueva York (MET) realiza todos los años una gala, donde varias celebridades y personas de las altas esferas de la sociedad norteamericana hacen alarde de su enorme riqueza a través de un desfile de moda lleno de extravagancia y hermosos diseños. Este año, la entrada costaba 75 mil dólares, lo cual sumado al elevado costo en vestimenta, maquillaje, accesorios y tratamientos estéticos para estar a la altura del evento, resulta en una demostración obscena de la decadencia de las élites, completamente desconectadas de la realidad.
Si hubiese sido sólo eso, tal vez no me habría animado a escribir nada al respecto, pero hay tres eventos que me obligan a dar mi opinión. Primero, desde adentro del evento, una influencer vestida como María Antonieta (la reina consorte de Francia, ejecutada por la revolución, no la que trabajaba con Chespirito) diciendo la infame frase “Que coman pastel”. Segundo, al mismo tiempo, afuera del MET había fuertes protestas en contra del genocidio en Gaza y en ese mismo momento, Israel bombardeaba el último territorio supuestamente seguro en Palestina. La contraposición de estos dos mundos que conflictivamente cohabitan en el mismo planeta ya es suficiente como para indignarse, pero el video de la influencer evidencia aún más lo aberrante de la situación, especialmente luego de que se ha calculado que con una sola entrada a la gala se podría costear el rescate de tres familia palestinas.
El tercer evento que me ha obligado a escribir, y lo que convierte esta catarsis verbal en una recomendación literaria, es haberme enterado que la gala tenía una temática para la vestimenta. Este año, se trataba de representar, a través de los opulentos trajes, el cuento corto de fantasía “El Jardín del Tiempo”, escrito por J. G. Ballard. El cuento presenta al conde Axel, quien al parecer vive apartado del mundo con su esposa en una hermosa finca rodeada de mágicas flores de cristal. Todo en el hogar está sumamente bien cuidado y es de buen gusto, aunque fuera de las paredes, el paisaje es desolado. Las flores del jardín tienen una magia especial. Cada vez que Alex saca una flor, ésta se rompe y hace que el tiempo fuera de la casa retroceda. Alex está obligado a sacar sus flores una a una para retroceder el avance de una horda de gente muy distinta a él. Son una chusma poco agraciada, tal vez mal nutrida y llena de carencias. Cada día Alex ve que están más cerca y sacrifica una de sus flores para hacerlos retroceder. Sin embargo, las flores comienzan a escasear, y la llegada de la multitud hambrienta se vuelve un inevitable vaticinio.
No seguiré dando más detalles del cuento para dejar que cada uno lo pueda leer y hacerse una opinión sobre el final. Lo que sí debo comentar es que las personas que atendieron a la gala del MET, o no leyeron la historia o no comprenden lo que leen o tienen el corazón seco. Es un cuento poderoso e incendiario que en vez de inspirar el diseño de un vestido, debería inspirar a las celebridades, por lo menos a usar su influencia para mejorar las vidas de quienes no tienen nada, o tal vez incluso a compartir una fracción de su patrimonio. Tal vez, el brillo de los cristales en sus alfombras rojas no les permiten ver a la horda que se acerca lentamente y que sus flores están escaseando.