Esta semana quise compartir una experiencia de superación personal. Voy a dejar de lado los cuentos y las reseñas para hablar de mi. Y es que, como persona creativa, he sufrido de un problema que se que a muchos les ha complicado la vida y ha comprometido la realización de sus obras. Estoy hablando de la procrastinación. Ese impulso imbécil que nos invita a terminar Doom 2 por la centésima vez en vez de ponerte a escribir, o que te obliga a buscar memes en vez de investigar para tu próximo proyecto. Así que sin perder más tiempo, acá comparto la particular manera en que superé la mis malos hábitos. Y como estoy en modo autoayuda, lo dividiré en seis prácticos pasos para superar las barreras que yo mismo me puse.
Si siguen un camino parecido al mío, la procrastinación será el menor de sus problemas.
1. Piensa en tus Metas.
Lo primero que intenté hacer cuando me sorprendí perdiendo más tiempo del necesario en terminar un cuento fue pensar en el objetivo de escribir lo que escribo. De esta forma, cada vez que me distraigo con un increíble video de una nutria jugando con juguetes de niños, me detengo a visualizar en la situación en la que me quiero encontrar en un año más. ¿Esto que estoy haciendo me ayuda a lograr ese sueño?
Este método ayuda bastante, sin embargo, a veces mis metas no son muy claras y simplemente hago lo que hago por pasión o impulsividad. Es por eso que este método me ayuda, pero tiene sus limitantes.
2. Castígate cada vez que Pierdas Tiempo.
Esta estrategia es más efectiva e inmediata que la anterior. Es simplemente trabajar sobre la autodisciplina haciendo uso del conductismo más pragmático. Por eso comencé a aplicar refuerzos negativos (que muchos conocen como castigos) cada vez que realizaba una conducta indeseada. En este caso, cada vez que abría una página de memes, abría un juego en el celular o me ponía a revisar Instagram, me mordía un dedo. Creo que es una excelente estrategia, especialmente si logras tener a alguien más aplicando los castigos. El problema con esta técnica es que se vuelve completamente efectiva sólo cuando está el aplicador del castigo presente, de otro modo, la conducta deseada no se mantiene. En mi caso, no debería haber sido un problema, ya que yo siempre estoy presente cuando intento trabajar, pero como también soy quien recibe el castigo, dejé de aplicar la presión necesaria al morderme. Además, escribir se estaba volviendo doloroso y finalmente no me sentía atraído por la actividad. Esto es lo que dio pie a la siguiente estrategia.
3. Prémiate cada vez que Progreses.
Como los refuerzos negativos no fueron tan fructíferos, busqué los refuerzos que Skinner describe como los más efectivos: los refuerzos positivos. Decidí que cada vez que hiciera un progreso importante en mi trabajo, me regalaría un chocolate como premio. En un principio, terminar un cuento sería suficiente como para comer un trozo de chocolate, pero como me demoro alrededor de dos semanas en terminar un relato, los refuerzos llegaban demasiado lento. Así, decidí comenzar a comer chocolates cada mil palabras. Luego eso bajó a quinientas, y luego, por cada oración me comería un pequeño trozo. Gracias a esto pude terminar un par de historias y reseñas en tiempo récord. Si no hubiese sido por el abrupto aumento de peso que sufrí y la resistencia a la insulina que adquirí, podría haber seguido con este método. Por un tiempo intenté cambiar los chocolates por cerveza, pero las consecuencias fueron desastrosas.
4. Planifica por Adelantado.
Luego de las experiencias anteriores, decidí atacar el problema de manera más estratégica y sistemática. Descubrí que teniendo una idea clara de qué objetivo debería cumplir cada día, el trabajo se haría más fácil y eficiente, y no tendría excusas para distraerme. Por lo tanto, un día a la semana planifico cuáles son las acciones que realizaré, qué cosas escribiré e incluso la cantidad de palabras. Con eso hecho, el resto es sólamente llevar a cabo las tareas, lo que hace que procrastinar sea mucho menos probable. De todas formas, quería lograr desarrollar un carácter trabajador y proactivo, por lo que realicé los pasos cinco y seis de esta lista.
5. Invoca a Ariel.
Una amiga me recomendó buscar la ayuda de seres inmateriales para lograr mis objetivos, así que, luego de una corta investigación, decidí invocar al Arcángel Ariel para que me ayudara a lograr una mayor abundancia con mi trabajo. La información que encontré era algo contradictoria. Por un lado, se decía que Ariel ayudaría a que hubiera más abundancia económica, de amistades, buenas conexiones y relaciones familiares. Lo único que, al parecer, pedía a cambio, era el cuidado de la naturaleza. Por otro lado, leí que ayudaba a generar mayor coraje, valentía y atrevimiento en quien la invocase, liberando la fuerza animal que uno tiene adentro. Ese, en realidad sería mi objetivo, ya que con esta energía, estaría enfocado en realizar mis sueños y no en perder el tiempo jugando buscaminas.
Para asegurarme, realicé dos rituales. Uno incluía recitar unas oraciones reafirmantes del coraje y los valores personales en medio de la naturaleza con un amuleto en la mano. Luego debía hacer una oración hacia el Arcángel. En casa hice el segundo ritual que incluía tomar un baño con sales especiales. De todas formas, ambos rituales exigían que luego yo mantuviera naturaleza viva en mi departamento, así que agregué algunos cactus y rudas a mi decoración, además de comenzar a tratar mejor a mi gato.
No hubo muchos resultados visibles. Aunque sentí una nueva motivación por mi trabajo. No podía atribuírsela a los rituales. La verdad parecía que sólo eran un juego. Sin embargo, al tiempo después comencé a notar algunos cambios, como que mi gato estaba más cariñoso, o que mis padres comenzaron a llamarme más seguido y a invitarme a reuniones familiares de las que, por algún motivo, parecía haber estado desterrado.
Mi vida estaba cobrando un sentido positivo y estaba trabajando con pasión en mis proyectos, pero la abundancia económica no llegaba, así que decidí llevar las cosas un paso más lejos. Ya sé que este artículo es sobre la procrastinación y no sobre el dinero, pero es que lo que hice a continuación me trajo abundancia y acabó por siempre con mi procrastinación.
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6. Invoca al Demonio de la Abundancia.
Sólo necesitaba convertir mi trabajo, que ya era sistemático y disciplinado, en dinero… o en más dinero del que estaba ganando en ese momento. Por eso, comencé a investigar sobre cuál otro ser místico me podría ayudar. En mi búsqueda, conocí a una joven de unos veintiséis años que decía ser una bruja. Creo que nunca me dijo su nombre, y tampoco recuerdo quién nos presentó. Creo que la conocí online, y probablemente se hacía llamar Lilith, Bathory o esos nombres falsos que se repiten en las redes sociales. De todas formas, toda la semana en que estuve aprendiendo a invocar a este último demonio está muy borrosa en mi memoria. Sólo recuerdo que quedamos en juntarnos, y que me enseñaría un ritual y me entregaría los materiales necesarios a cambio de una módica suma. Era una chica alta y maciza, no recuerdo más de su aspecto. Estábamos en una oscura y maloliente tienda del centro de Santiago, llena de artefactos que llamaron mi atención, pero no podía imaginar para qué se usarían. Ahí fue donde me enseñó a invocar al demonio llamado Mammon. Recuerdo que luego llegué a mi hogar y vi que los materiales eran cosas simples como sal, velas, aceite y lápices, pero venían en empaques llenos de inscripciones crípticas.
Los usé inmediatamente como me habían indicado. Un pentagrama de sal, incienso, unas plegarias y unas cuantas velas y estaba listo. Como me esperaba, nada pasó, así que seguí mi vida como si nada.
Pasaron semanas sin ningún cambio, hasta que olvidé el tema. Pero un día, inesperadamente, alguien llamó a mi puerta. Era un hombre alto y delgado, de cabello largo y rubio, ojos azules y piel morena. Por alguna razón, me sentí obligado a hacerlo pasar y a ofrecerle algo de tomar, aunque él ni siquiera se había presentado. Se sentó a la mesa y tomó té. Mucho té. Conversamos sobre mis proyectos y me dio muchas pistas sobre cómo convertir mis ideas en negocios. Luego se fue, pero antes de salir, me dijo que su nombre era Mammon, y que si no seguía sus instrucciones, volvería, pero con otra disposición.
No entendía por qué no había reaccionado a su presencia. Al verlo en un primer momento sentía que no era una persona normal, y aún así, lo recibí cordialmente. Luego de que se fue me tomó varias horas asimilar que había sido visitado por un ser del inframundo, y que sutilmente, me había amenazado. Si no hacía lo que él me decía para tener éxito económico, volvería a castigarme. Sin embargo nada de esto me parecía extraño. Al parecer, la magia que había utilizado, había tenido efectos inesperados en mí.
Trabajé mucho por unos meses. Intenté contactar a la bruja, pero no la pude encontrar, y en el lugar donde recordaba que estaba su tienda había un sex shop que, según su dueño, llevaba varios años ahí. La visita de Mammon había sido beneficiosa, pero me tenía un poco intranquilo, a pesar de que todo iba bien. Finalmente estaba ganando dinero, y más de lo que esperaba, haciendo lo que yo quería. Sin embargo, el trabajo era mucho. No me detenía en ningún momento, y dormía poco. Escribía varias páginas al día, aparte de promover mis libros y asistir a eventos. También, como lo había sugerido Mammon, comencé a escribir en blogs de otros escritores. Los consejos de Mammon, y una extraña fortuna, me ayudaron a escalar rápido, pero ya no cuidaba mis plantas ni a mi gato, ni a mi mismo como lo estaba haciendo antes. Ahora, cada vez que mis padres o mis amigos intentaban contactarme, era una molestia. Me irritaba cada vez que interrumpían mi trabajo, y eso ya era una constante, porque trabajaba todo el día.
Cuando me di cuenta que estaba dejando demasiadas cosas de lado por trabajar, decidí que tenía que detenerme por un momento. Me tomé una semana para desaparecer del mundo de la literatura y dedicarme a compartir a quienes quería, además cuidar la naturaleza de mi departamento. A fin de cuentas, también tenía que retribuir a Ariel su ayuda, mantenimiento a las plantas y animales que me rodeaban. El día viernes de esa semana, Mammon me visitó por segunda vez. Esta vez venía con un abrigo muy grande, y no se la sacó para sentarse. Me pidió té, y al ver que yo tenía el mismo té que la primera vez, me mandó a comprar el más caro que pudiera encontrar. Me era muy difícil cuestionarlo, ya que en su presencia sentía una tendencia a volverme sumiso, así que simplemente corrí a buscar el mejor té. Cuando llegué, vi que Mammon estaba sentado en el sillón acariciado a mi gato. Antes de tomar el té, miró el precio. Me exigió que tuviera ese té siempre conmigo. Luego tomó una de las copias de mi último libro, la cual guardaba para regalársela a mi hermano. Me dio un par de consejos más, y varios contactos de personas que me ayudarían a llegar a más público. Luego me miró a los ojos con una intensidad que me inquietó de sobremanera. Me dijo que no podía volver a tener semanas de descanso como esa. Él estaba ayudándome porque yo lo había pedido, pero él odiaba a los perezosos que llamaban a seres como él esperando que la fortuna llegara sola. Se sacó su abrigo y reveló un par de alas enormes, con escamas rojas y naranjas y garras en los extremos. Me advirtió que esto era sólo una muestra de su verdadera forma, y si no seguía trabajando para obtener la abundancia, él mismo tendría que deshacerse de mis obstáculos. Inmediatamente después, marchitó todas mis plantas con sólo mirarlas. Quedaron convertidas en polvo. Luego tomó al gato y amenazó con partirlo en dos. Cuando vio mi cara de desesperación cambió de parecer y lo dejó ir. Antes de irse, dio una vuelta por la casa y recogió todos los objetos brillantes que encontró. Los guardó en su abrigo, el cual se puso sobre las alas y fue hacia la salida. Sólo dejó un crucifijo dorado, no sin antes invertirlo. Abrió la puerta, me dijo que volviera a trabajar, y se fue.
Desde ese día, la emoción que ha dominado mi existencia es el miedo. Es difícil de entender lo rápido que logré aceptar la aparición de un demonio manifestándose físicamente en mi vida. Lo tomé como algo complelamente cotidiano, y hasta el día de hoy lo siento como algo normal, a pesar de que sé que no debería ser así. Lo que sí me perturba es la constante amenaza que siento de su parte. Me fuerza a trabajar para cumplir las metas que alguna vez me propuse, pero no me permite tener respiros. De vez en cuando recolecta algo que le llama la atención, pero no es muy codicioso. Lo que sí está claro es que le encanta tomar té, y que este sea caro. He trabajado sin descanso, dándome sólo algunos respiros para disfrutar de lo que he construido, pero no muchos. Mi hermano, quien estaba feliz de que estuviésemos retomando nuestra relación, insistió en que debíamos vernos más seguido. Intenté evitarlo, ya que Mammon podía verlo como un estorbo. Sin embargo, él seguía llamándome y haciendo visitas sorpresa a mi departamento, en las cuales perdía un par de horas de trabajo. Hace unas semanas tuvo un accidente muy extraño en su moto, cuando fue atacado por una jauría de perros que lo persiguió por cuadras, forzándolo a caer y quebrarse una pierna. Nadie pudo explicar de dónde habían salido los perros que nunca más fueron vistos ni por qué eligieron esa moto en específico para atacar. Cuando lo visité en el hospital supe que a través de la pierna quebrada entró una infección en su sangre. Esta lo destruyó en tiempo record. En sólo tres días estaba en la morgue.
No fue necesario que me explicaran cuál era la verdadera razón de su muerte. Sin embargo, Mammon se apareció en su funeral, sólo para darme unas miradas de advertencia. Ahora son mis padres quienes me buscan y quieren my apoyo en este momento difícil, pero no los puedo ver. Debo seguir trabajando por su propio bien. La posibilidad de tener una pareja se ha esfumado también, y las vacaciones son un lujo que no me puedo dar. Pero gracias a todo esto he logrado acabar con la procrastinación y ya he logrado una gran fortuna. A pesar de la falta de contacto humano, no estoy solo. Mammon me visita regularmente y siempre tengo té para el. A veces se lleva algo de valor, prefiriendo siempre cosas negras o doradas. Una vez incluso me permitió su verdadera forma, y debo decir que es muy impresionante.
Siento que ahora estoy vacío por dentro. Soy un alma constantemente torturada por un demonio que me ha hecho esclavo de mis propias ambiciones. Pero ya no me debo preocupar de las distracciones que constantemente aparecen y de la tentación de realizar otras actividades más que trabajar.
Esos fueron los seis pasos que seguí para dejar de procrastinar. Si siguen un camino parecido al mío, la procrastinación será el menor de sus problemas. Podrán perder su libertad, pero serán mucho más efectivos en sus proyectos.
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